30 agosto 2005

¿Qué es la Antroposofía?

“Antroposofía es un camino de conocimiento que quisiera conducir lo espiritual en el ser humano a lo espiritual en el Universo”. R. Steiner.

La Antroposofía es una corriente de pensamiento fundada por Rudolf Steiner (ver artículo "Rudolf Steiner, el padre de la Antroposofía") tras desvincularse éste de la Sociedad Teosófica en 1909. Como su propia etimología indica (del griego: antropo=hombre y sofía=sabiduría, conocimiento) la Antroposofía tiene como objeto el conocimiento del ser humano en toda su entidad, y estudia todos los ámbitos de éste, tanto su corporeidad como su espiritualidad.

La Antroposofía no es una religión, ni una doctrina, ni un conjunto de supersticiones sobre el cuerpo y el espíritu; es una manera de entender al ser humano y un camino para la evolución y el perfeccionamiento interior de éste, pero es también una forma de ver el mundo, un método de investigación riguroso para conocer mejor lo físico, lo anímico y una vía para alcanzar las realidades suprasensibles de forma consciente.
La Antroposofía actualmente se extiende por toda Europa (especialmente en países como Suiza, Alemania, Holanda y Bélgica) y Sudamérica (sobre todo en Argentina), con aplicaciones en áreas tan dispares y sin embargo conectadas como la Filosofía y Teología, la Pedagogía (con las escuelas Walldorf, de las que existen unas 80 en todo el mundo), la Medicina Antroposófica, la Arquitectura (con el centro de Dornach-Suiza como ejemplo más significativo), la Agricultura biológico dinámica, la Euritmia como vía de salud a través del movimiento, etc... En España la Antroposofía es aún algo incipiente, cuyo desarrollo queremos fomentar desde aquí dándoosla a conocer.

El desarrollo espiritual es para todos
El aprendizaje espiritual que propone la Antroposofía está basado en el hombre moderno, y cualquiera de nosotros puede iniciar el camino del conocimiento de los mundos suprasensibles, siempre que esté dispuesto/a a trabajar con voluntad, conciencia y perseverancia su crecimiento personal; nos referimos al desarrollo no de una parte de sí mismo/a sino de su ser integral.

Según la Antroposofía, el ser humano está dotado de un cuerpo físico, un cuerpo etérico, un cuerpo astral y un yo superior. No todos los seres vivos están divividos en estos cuatro cuerpos; las plantas, además del físico, sólo tienen un cuerpo etérico, sin el cual carecerían de vida; los animales poseen también un cuerpo astral, pero no un yo individual; los seres humanos somos los únicos dotados de todos los cuerpos, físico, etérico, astral y yo superior, y es este último el que nos diferencia y separa del resto de las especies. Con el cuerpo físico –nuestra parte más perecedera, formada de la misma materia con que está compuesto el mundo sensorial, el que percibimos a través de nuestros sentidos– interactuamos con el entorno físico; el cuerpo etérico es, digámoslo así, nuestro cuerpo vital, un cuerpo en el tiempo basado en el ritmo y lo primero que percibimos cuando accedemos a un entorno más allá de lo físico; el cuerpo astral es el que nos permite participar del mundo anímico, el responsable de nuestra antipatía y simpatía hacia lo que nos rodea; por último, el yo superior –nuestra parte imperecedera, nuestro fragmento de divinidad– es quien nos guía en cada una de nuestras encarnaciones con el fin de ayudarnos a evolucionar.
Las sucesivas encarnaciones o reencarnación es uno de los puntos clave de la Antroposofía. Muchas personas tienen una idea equivocada de la reencarnación, han oído fragmentos sesgados y/o tergiversados de esta creencia cuyo origen se pierde en el pasado lejano de la Humanidad y se hacen una idea confusa, errónea y a menudo disparatada de este tema. Somos seres eternos en continua evolución; existen ciertas cosas que no se pueden aprender sino aquí, en la Tierra, en lo físico, mediante una vida mortal, es decir, encarnados en un cuerpo físico perecedero. El Karma, concepto estrechamente relacionado con la idea de reencarnación, es un impulso que mueve el comienzo de nuestra vida y determina las posibilidades, límites, situaciones y relaciones iniciales; en nuestra infancia es más fuerte pero, a medida que crecemos y con nosotros crece también nuestra autonomía como seres humanos, ese impuso es cada vez más débil, siendo nosotros cada vez más dueños de nuestro propio destino. Este impulso kármico viene determinado por lo que hemos hecho con nuestra vida anterior y sirve para regular y equilibrar pasado y presente, siempre con el objetivo de la evolución espiritual. Si pudiéramos elevarnos, prescindir del tiempo y conseguir una visión de conjunto más allá de los límites del momento y vida presentes, veríamos que toda acción provoca un efecto, y esta relación causa-efecto no se restringe al espacio de una sola encarnación; veríamos que todo lo que nos pasa tiene un motivo y un sentido, y sentiríamos de forma clara e inequívoca la enorme responsabilidad que implican todos y cada uno de nuestros actos.
¿Y para qué esta evolución?, ¿a dónde nos lleva este camino de encarnaciones y desencarnaciones, este ciclo que parece no tener fin? Según la Antroposofía, los seres humanos de nuestra civilización estaríamos llamado a ser la décima jerarquía en la escala de entidades celestiales, al igual que la novena jerarquía trabajó por su evolución en tiempos pasados guiada por la octava y, al igual que ellos nos guían ahora, nosotros habremos de prestar ayuda a los seres de la siguiente civilización en su evolución.

Nuestras aportaciones
La Antroposofía no sólo se encarga de la investigación de los mundos suprasensibles sino de los seres que habitan en ellos, así como del origen y evolución de los mundos y de sus moradores. Antiguamente, esto es en el comienzo de nuestra civilización, los seres humanos se encontraban en contacto natural con las jerarquías celestiales, su percepción de los mundos espirituales se hayaba abierta. Esa facultad natural se ha ido cerrando con el paso de los siglos, haciendo que el ser humano se independice de la divinidad, es decir, debemos recorrer el camino de la evolución solos, con conciencia y a ciegas; es nuestra labor recuperar la percepción espiritual pero desde una conciencia más clara, más desarrollada y desde la Libertad. “Libertad”, “Conciencia” y “Amor” son tres conceptos clave para el ser humano actual, pues ésa será nuestra aportación universal.
Según la Antroposofía, el Cristianismo inicial nos da un ejemplo de hacia donde vamos, pues Cristo dio a la Humanidad el primer ejemplo a través de la superación de lo físico viviendo en lo físico, y nos entregó la clave de nuestro cometido en esta época, un mensaje de Amor y de Libertad: Amor hacia todos y todo lo que nos rodea, y la posibilidad de liberación de lo físico. El tema del impulso crístico, sin embargo, es mucho más complejo y no nos es posible trazarlo en un párrafo recogiendo toda su complejidad y profundidad.
Por otra parte, el hecho de haber caído de las manos divinas para buscar nuestro camino en libertad, explica la presencia del Bien y del Mal; sin estos dos polos la elección no es posible y por consiguiente tampoco lo es la libertad. Tenemos el poder de elegir –aunque no siempre lo sintamos así–, pero también la responsabilidad, pues cada una de nuestras elecciones, aun la más insignificante, inclina la balanza hacia un lado o hacia el otro, y conduce a la Humanidad hacia el destino para el que ha sido creada o hacia el caos y la autodestrucción.
La Antroposofía es, como decíamos, una vía para la evolución personal, un camino individual pero en el que debemos tener conciencia clara de nuestra pertenencia indisoluble a un total; le Antroposofía supone una guía que puede ayudarnos a abrir los ojos, cobrar conciencia de nuestro lugar en el mundo y de la necesidad espiritual de cumplir con el destino para el que cada uno de nosotros ha nacido.

29 agosto 2005

Rudolf Steiner


Padre de la Antroposofía

El 27 de Febrero del año 1861 es el día en que Rudolf Steiner vio la luz por primera vez en la ciudad de Kraljevic, Austria-Hungría, actual Eslovenia. Su niñez transcurrió en distintos pueblos austriacos y su educación en colegios religiosos que afectaron su especial sensibilidad, motivo por el cual su padre asumió finalmente la educación de este niño dotado desde temprana edad no sólo de una gran sensibilidad sino también de facultades clarividentes.

Ya en la escuela secundaria optó por la rama de ciencias, aunque más adelante ampliaría considerablemente sus conocimientos en Filosofía y Literatura de forma independiente. Dio clases particulares a sus propios compañeros y realizó estudios superiores en el Colegio Técnico de la Universidad de Viena (Wiener Technishe Hoschschule). Como preceptor de cuatro niños de una familia acomodada de Viena dejó patentes sus especiales dotes lectivas al ayudar a uno de ellos, hidrocefácilo e incapaz de aprender, a ingresar en la Facultad de Medicina.
Estudió Matemáticas y en 1891 se doctoró en Filosofía por la Universidad de Rostock con “Verdad y Ciencia” mientras trabajaba con los archivos de Goethe en Weimar para pasar a la edición de sus textos científicos para la Deutsche National Literatur del Kuerschner. Además de la obra científica de Goethe, editó obras de Schopenhauer y Nietzsche, fue autor de casi treinta libros, entre ellso cuatro dramas de misterio que no sólo escribió sino también dirigió en Munich entre 1910 y 1913, y dio aproximadamente seis mil charlas. Sus trabajos sobre la teoría del color basados en su estudio del pensamiento de Goethe influenciaron al pintor ruso Kandinsky.
Entre sus colaboraciones y edición de medios impresos se pueden contar la revista alemana “EL Semanal” (Wochenschrift), creada en 1888; la “Revista de Literatura”, con la que empezó a colaborar en 1897; el periódico “El Drama” (Dramaturgische Blätter), el periódico “Lucifer”, que fundó en 1903 y que más tarde pasó a llamarse “Lucifer-Gnosis”, y el semanal “Das Goetheanun”, que llegó a incluir en cada número fragmentos de su autobiografía.
Fue en una de estas revistas, la “Revista de Literatura”, donde apareció un artículo titulado “La serpiente verde y el hermoso lirio”, firmado por Steiner y que leyó el Conde Brockdorff, interesándole hasta tal punto que lo invitó a dar su primera conferencia esotérica en un círculo teosófico. Este fue el principio de un largo periodo de colaboración con la Sociedad Teosófica de Berlín que duró diez años y durante el cual fue nombrado, en 1902, Secretario General. En 1909 Steiner se desvinculaba de esta sociedad a causa de la declaración de Annie Bessant de que Krishnamurti es el Cristo reencarnado, siendo posteriormente desmentido por el propio Krishnamurti. A partir de este momento, Rudolf Steiner funda lo que llamó “Antroposofía”, ciencia espiritual que ha sido descrita por él mismo como un camino de conocimiento que puede guiar de lo espiritual en el ser humano a lo espiritual en el universo.
Steiner ha ofrecido a la Humanidad tan numerosas como valiosas aportaciones a disciplinas y terrenos tan diversos como las Matemáticas, la Astronomía, la Ciencia y la Medicina, con sus pautas para la medicina antroposófica, la educación, donde destaca la creación de las Escuelas Waldorf, la Teología, Filosofía, drama y danza, con su nuevo concepto del Arte en Movimiento, al que denominó “Euritmia”, la Economía, la Política, la agricultura con su idea para la agricultura biológico-dinámica, la ganadería... Una de sus más conocidas y prestigiosas aportaciones la encontramos en el ámbito de la arquitectura, con la construcción del Goetheanum, íntegramente de madera y con estructura corporativa. Este edificio fue quemado intencionadamente en 1922 y Steiner diseñó los planos para la construcción del segundo Goetheanum, cuyo acabado no puedo presenciar. Ambos edificios fueron levantados en Suiza, y el segundo aún funciona en la ciudad de Dornach, sirviendo como sede central de la Sociedad Antroposófica; este edificio alberga una lista completa de sus numerosas obras, así como de las transcripciones de las conferencias que dio a lo largo de su vida.
En medio de su incesante labor, con los planos del segundo Goetheanum sobre la colcha y junto a la estatua del Cristo venciendo a las fuerzas negativas de Arriman que él mismo esculpió, el maestro Rudolf Steiner moría el 30 de marzo de 1925 a causa del cáncer, dejando vioda a Marie von Sievers, Marie Steiner desde 1914, esposa y colaboradora gracias a la cual se publicarían muchos de los textos correspondientes a sus múltiples y magistrales conferencias.

28 agosto 2005

Jerarquías Celestiales

Guías en el camino hacia nuestros destinos

A lo largo de las distintas épocas y en cada civilización se les ha mencionado de una u otra forma; todas las religiones se han referido a ellos y siguen hablando de seres elevados de inteligencia y poderes superiores a los del ser humano. A lo largo de la Historia de la Humanidad se les ha tomado, unas veces, por símbolos que representaban distintos aspectos de un ser supremo, otras veces por elementos usados por los hombres para explicar cuestiones trascendentales, pero la Antroposofía nos revela la realidad de su existencia y nos los presenta como los seres reales que son y que siempre han estado entre nosotros, influyendo en nuestras vidas y guiándonos hacia nuestros destinos.

Normalmente no somos capaces de captarlos y tampoco podemos explicarlos de forma sencilla, pero sí nos es posible acercarnos un poco a la comprensión de estos seres. Para hacerlo nos valemos aquí de la amplia y valiosa información que de ellos nos dejó Rudolf Steiner, fruto de sus múltiples investigaciones sobre las Jerarquías Celestiales y su influencia en nuestro mundo. A veces, el ser humano se libera de esta influencia y actúa de forma totalmente autónoma; es lo que llamamos “libre albedrío”.

Quiénes son

Pero veamos primero algo acerca de los distintos seres que pueblan los mundos espirituales. Aunque se encuentran en continua evolución, podemos hablar de ciertas características que nos ayudarán a comprender su actuación en nuestro mundo y en nuestras vidas.
Los ángeles son quizá los más conocidos, tal vez por ser en realidad los más cercanos a nosotros. También llamados “angeloi”, “hijos de la vida”, “espíritus del crepúsculo” o “espíritus de la media luz”, tienen como cuerpo más bajo el etérico –motivo por el que no nos es posible percibirlos a través de nuestros sentidos físicos–. Ellos son los encargados de unir al ser humano con los mundos superiores y de guiarnos a través de las encarnaciones; esto último es posible debido a que cada uno de nosotros es custodiado por un ángel, que se encarga de guiarle hacia su destino a lo largo de las sucesivas vidas. Es lo que se ha dado en llamar “Ángel de la Guarda”, que en realidad no es otro que nuestro guía y custodio personal.

Los ángeles, junto con los arcángeles y los principados, forman la tercera jerarquía, la más cercana a los seres humanos.

Los arcángeles, también llamados “archangeloi” o “espíritus del fuego”, están dedicados a los pueblos u otras agrupaciones de humanos, de manera que hacen nacer el espíritu de una comunidad y determinan las características étnicas de los grupos humanos.
Los arcai, o principados, son entidades de la personalidad y líderes de una época, lo que hace fácil llegar al entendimiento del papel que éstos desempeñan en cuanto a propiciar los impulsos en la Historia de la Humanidad.

La segunda jerarquía está formada por potestades, virtudes y dominaciones o, lo que es lo mismo, exusiai, dinamis y kiriotetes. Los primeros son los espíritus de la forma además de ser quienes nos dieron nuestro Yo; los dinamis son seres del movimiento, regentes de los ritmos de la vida; los kiriotetes, por su parte, son los ángeles de la sabiduría y encarnan todo lo que porta sabiduría verdadera, como pueden ser las formas armónicas, los principios cósmicos, etc...

La primera jerarquía, la más alejada de nosotros, es la más elevada y difícil de aprehender por los seres humanos. La forman tronos, serafines y querubines. Los tronos son entidades de la voluntad y portan la voluntad divina como impulso del universo. Los últimos escapan a nuestro análisis por su grado de evolución y pureza; rigen los impulsos más puros de Amor, Caridad y elevación del alma, y en el Antiguo Testamento los encontramos citados como visiones de los profetas.

Los seres de la tercera jerarquía encarnan en algunos elementos, aunque no nos es posible percibirlos porque se encuentran en constante movimiento, cambio y evolución. Por ejemplo, los ángeles pueden encarnar en formas acuáticas, especialmente las volatilizadas en la atmósfera; los arcángeles viven en el aire, donde sólo el vidente puede captar su presencia; los arcai en el calor y los exusiai en la luz y en las formas ya que son espíritus de la forma.

Cómo obran en nuestra vida

Veamos ahora un poco más de cerca cómo y cuándo actúa en nuestras vidas cada una de las jerarquías que hemos presentado. Los reinos de las jerarquías celestiales están presentes en nosotros –nos hace saber Steiner– al igual que lo están los reinos mineral, vegetal y animal.

Estos seres actúan tras el telón de la conciencia común, lo que hace que no los percibamos conscientemente ni tengamos constancia de su obrar en cuanto a nuestra capacidad sensoria se refiere; esto es, ellos no se encuentran en el mundo físico y por tanto no actúan directamente sobre él. Pero veamos mejor cómo influyen a lo largo de nuestra vida.

Las distintas jerarquías se reparten a lo largo de los periodos de nuestra existencia mortal; en los primeros años de nuestra vida somos guiados por los seres de la tercera jerarquía, más tarde nos acompañan los de la segunda y después nos hallamos bajo la protección de la primera, es decir, los seres más elevados. Aunque este reparto en realidad no es tan simple.

Desde que nacemos hasta aproximadamente los veintiún años, los seres de la tercera jerarquía –es decir, ángeles, arcángeles y principados– nos quían por la difícil senda del aprendizaje en un mundo nuevo al que llegamos prácticamente desnudos, desprovistos de herramientas con las que afrontar la vida y desorientados tras nuestro último viaje. Estos seres angélicos actúan sobre nuestra vida anímica, tan determinante en esta fase de nuestro desarrollo, nos ayudan en la formación del organismo desde lo anímico-espiritual y nos llevan desde lo espiritual –donde morábamos antes de nacer– hasta lo físico –donde ahora tendremos que vivir por un tiempo–-. Es la época de las exigencias kármicas, es decir, el momento en el que la tercera jerarquía se encarga de poner en el ser humano lo necesario par asu desarrollo en esta vida, dependiendo de su grado de vinculación al mal en la anterior. Lo que ángeles, arcángeles y principados coloquen ahora en el individuo determinará su desarrollo espiritual en la vida presente.

Desde los catorce años hasta los treinta y cinco –siempre de forma aproximada– tiene lugar la influencia de potestades, virtudes y dominaciones, es decir, de la segunda jerarquía. El hecho de que estos seres comiencen a actuar sobre nuestra vida a los catorce años implica que durante el periodo que se corresponde más o menos con la adolescencia nos encontramos bajo la influencia de dos de las jerarquías celestiales, es decir, de seis tipos de seres espirituales. Esta segunda jerarquía se encarga de ayudarnos en la creación y el desarrollo de las fuerzas cósmicas en nuestro interior, lo que viene a coincidir con el momento en que el ser humano está preparado para procrear. Potestades, virtudes y dominaciones, que son los seres de esta jerarquía, tienen su morada en el Sol y actúan sobre nosotros a través de todo lo iluminado.

Por último vemos el periodo comprendido entre los veintiocho años y los cuarenta y nueve, momento en el cual nos encontramos acompañados y arropados por la primera jerarquía –serafines, querubines y tronos, los seres más elevados del mundo celestial–. Ellos nos ayudarán en la importante y difícil tarea del cumplimiento kármico; ha llegado el momento de saldar las cuentas con las exigencias kármicas de las que hablábamos en el primer periodo, y los seres de la primera jerarquía estarán ahí para guiarnos. Como ocurrió en el periodo anterior, hay un intervalo de tiempo –comprendido entre los veintiocho y los treinta y cinco años– en el que nos hallamos bajo la influencia de dos jerarquías, la segunda y la primera.
¿Y qué ocurre más allá de los cuarenta?, se puede preguntar el lector. No es que llegado el medio siglo de vida las jerarquías celestiales nos abandonen a nuestra suerte y dejen de pronto de velar por nosotros; lo que ocurre es que, a partir de esta edad, el ser humano normalmente ya tiene totalmente formados todos sus cuerpos –físico, etérico y astral– y su posterior desarrollo kármico y espiritual dependerá de sí mismo mucho más que antes, los seres humanos gozamos de mayor libertad e independencia llegados a este punto, aunque las jerarquías continúen cerca de nosotros en todo momento.

Un ángel de la tercera jerarquía, por ejemplo, continúa a nuestro lado hasta el final de nuestros días, nos acompaña, guía y protege cada día de nuestra vida; es lo que llamamos “el ángel custodio” –al que ya nos referimos antes con el nombre de “ángel de la guarda”–, y está presente en todas las épocas de nuestra existencia. Todo esto puede perfectamente sosegar nuestras almas al darnos cuenta de que, a lo largo y ancho de ese decurso que llamamos “vida”, en el que tantos momentos buenos y malos parecen poner a prueba nuestra capacidad de resistencia y a veces incluso de supervivencia, no estamos solos.

Mientras dormimos...

Dada la naturaleza de cada una de las jerarquías celestiales, distintos seres trabajan sobre nuestros cuerpos mientras dormimos; unos actúan sobre los cuerpos que quedan en el lecho, mientras que otros lo hacen sobre los que se desprenden de éstos para visitar los mundos espirituales –nos referimos al astral y al Yo–.

Ángeles, arcángeles y principados trabajan pues sobre nuestros cuerpos físico y etérico en el momento en que nos quedamos dormidos, y lo hacen cuidando de los frutos del pensamiento del día, es decir, su campo de trabajo está compuesto por los pensamientos que hemos tenido durante el día y el resultado de éstos en el mundo espiritual. Es por ello que lo que pensamos durante la jornada resulta mucho más importante de lo que en principio se pueda creer, ya que no es igual para los seres de la tercera jerarquía manejar los frutos de pensamientos negativos, destructivos y pesimistas que hacerlo con pensamientos positivos, ideas constructivas y gratificantes, y optimismo.

En cuanto a las restantes jerarquías, la segunda y la primera, trabajan con nuestro cuerpo astral y nuestro Yo mientras dormimos, ya que se encuentran en un nivel más elevado, que es a donde nuestros cuerpos superiores viajan cada noche en el momento del sueño, donde se reencuentran con potestades, virtudes y dominaciones, serafines, querubines y tronos. Al no poseer estos cuerpos un tipo de conciencia que seamos capaces de reconocer y descifrar con los otros cuerpos, cuando despertamos y el cuerpo astral y el Yo se reintegran, no somos capaces de recordar conscientemente el contacto que tuvimos con las jerarquías celestiales. No olvidemos que los recuerdos conscientes se almacenan en nuestro cuerpo etérico y éste se quedó cerca del lecho junto con el cuerpo físico cuando entramos en el sueño.

Nuestro lugar entre las jerarquías

Lo que aquí se ha tratado de describir y explicar o, al menos, de acercar mínimamente a nuestra comprensión como seres humanos encarnados, es la forma en que los seres espirituales nos cuidan, protegen y guían en nuestra evolución. Pero muchos se pueden preguntar por qué, o hacia qué destino nos guían y encauzan estos maravillosos seres de luz. La respuesta es que estamos destinados a ocupar el décimo lugar de las jerarquías, a formar parte de su mundo celestial. Es a ese destino al que nos dirigimos, el que el plan divino ha preparado para nosotros y por lo que es tan importante nuestra evolución espiritual.

Hay que tener en cuenta que esto no significa que estemos llamados a convertirnos en ángeles; los ángeles nunca han sido humanos y los seres humanos nunca serán ángeles, seremos seres espirituales al igual que ellos. Cuando consigamos llegar a este punto, seremos nosotros los encargados de guiar y proteger a los seres de la siguiente encarnación de la Tierra, tal y como ahora el resto de las jerarquías hacen con nosotros. Y tal vez algún día esos nuevos seres, perdidos e inermes ante el desconocimiento del porqué de su existencia, miren más allá de sus sentidos preguntándose si hay alguien ahí afuera para escucharles, para guiarles y protegerles, sin saber a ciencia cierta que, desde un mundo cercano, nosotros creemos en ellos.