22 agosto 2010










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22 septiembre 2009

El Guardián del Umbral

“No cruces mi umbral si no estás seguro de iluminarlo con tu propia luz, porque más allá del umbral ya no hay guías que iluminen tu camino”.


¿Quién no se ha preguntado alguna vez si el mundo que percibimos con nuestros sentidos, lo que podemos ver, tocar, oler... es lo único que verdaderamente existe a nuestro alrededor? Nuestros sentidos marcan los límites de la realidad que percibimos cada día, más allá de lo que nuestra percepción sensorial nos muestra no parece existir nada. Sin embargo todo un mundo se extiende más allá de esos límites, un mundo no perceptible por medio de los sentidos de nuestro cuerpo físico (pues no se trata de un mundo físico, con las cualidades que conocemos y sujeto a las reglas que rigen el mundo de los sentidos), un universo que sin darnos cuenta visita cada noche una parte de nuestro ser.

El umbral entre dos mundos

Al igual que los seres humanos no somos tan solo un cuerpo físico, el mundo que habitamos no se limita a lo que podemos ver o tocar; estamos rodeados por energías, fuerzas y seres de los que nuestra conciencia no tiene constancia ya que no forman parte del mundo sensible que nuestros órganos sensoriales son capaces de captar.

La línea que separa el mundo físico del mundo suprasensible o espiritual es un umbral que solo podemos cruzar cuando estamos verdaderamente preparados, cuando nuestro entrenamiento espiritual nos ha convertido en un ser apto para vivenciar esa experiencia y nos ha dotado de los órganos adecuados para percibir el mundo que se extiende más allá de lo físico. En ese umbral es donde tiene lugar el encuentro con el llamado “Guardián del Umbral”, que nos pondrá a prueba y nos advertirá: “no cruces mi umbral si no estás seguro de iluminarlo con tu propia luz, porque más allá del umbral ya no habrá guías que iluminen tu camino”.

El umbral está formado por cada sentimiento de temor y de vacilación ante la idea de tomar las riendas del propio destino y de asumir por completo las consecuencias de los propios actos y pensamientos, y el morador de este umbral es quien se encarga de determinar si nuestro paso es seguro o alvergamos dudas, si estamos preparados o no para traspasar el umbral y, por tanto, si nos dejará o no cruzar al otro lado.

El guardián del umbral

Pero ¿quién es el guardián del umbral?, ¿quién es ese ser que se alza ante nosotros obstaculizándonos el acceso al mundo suprasensible? Se podría decir que el Guardián, o Doble, o Doppelgänger (nombres todos ellos por los que se conoce a este ser) es nuestro propio karma hecho forma; el guardián es un ser astral de naturaleza angélica, un ser autónomo que vive una cercana comunión con el ser humano y lo acompaña a lo largo no solo de toda su vida sino de todas sus encarnaciones. Este ser lleva consigo la suma total de todo el bien y todo el mal que el individuo ha hecho a lo largo de todas sus vidas, por lo que podríamos decir que es una especie de memoria del nuestro carma pasado.

Rudolf Steiner lo ha definido como “el ser espiritual del hombre, compuesto de sus impulsos volitivos, sus deseos y sus pensamientos, que se aparece al iniciado en forma visible (a la hora de cruzar el umbral). Es una forma a veces repugnante y terrible, porque es una creación de los buenos y malos deseos y de su karma, es su personificación en el mundo astral”.

Justo antes de nacer entra en nosotros (albergándose principalmente en el cuerpo etérico) y permanece a nuestro lado durante toda la vida, para dejarnos justo antes de la muerte y volver a entrar en nuestro cuerpo justo antes del nuevo nacimiento, de la nueva encarnación. De manera que siempre está ahí, incluso cuando no somos capaces de verlo con nuestros ojos, el guardián del umbral nos acompaña durante cada segundo de nuestras vidas y a lo largo de toda nuestra historia, encarnación tras encarnación, llevando la cuenta de nuestros actos.

Pero no solo guarda la memoria de lo que hemos hecho, también de nuestros pensamientos, deseos, de cuanto hemos amado y odiado, de todo cuanto configura nuestra evolución como ser humano. Es por ello que este ser es quien debe permitirnos o impedirnos el acceso a un mundo para el que podríamos no estar preparados; en realidad es en cierto modo nuestro protector, ya que acceder a las realidades suprasensibles sin la madurez necesaria podría resultar sumamente desetabilizador para el individuo.

A lo largo de nuestra vida y mientras no somos capaces de percibir su presencia, el guardián del umbral nos protege de un acceso inoportuno a los mundos espirituales, hecho que ocurre cada noche. Me explico: cuando dormimos, nuestros cuerpos físico y etérico (donde moran los sentidos físicos y la memoria, simplificando mucho) se quedan en la cama, mientras que el cuerpo astral y el Yo se desgajan de los otros dos para hacer un viaje más allá del mundo que experimentamos durante el día. El sueño es la forma que el guardián tiene de protegernos, ya que la conciencia y la capacidad de recuerdo se quedan, digámoslo así, en la cama, mientras esa otra parte de nosotros visita un mundo que concientemente no seríamos capaces de entender ni asimilar.

Traspasando el umbral

¿Cuándo vemos, pues, al guardián del umbral? Cuando el discípulo abandona una etapa de su vida para abordar otra significativamente distinta en lo que a espiritualidad se refiere, pasa a otro nivel o está listo para hacerlo. Si ha realizado su trabajo y ha seguido las normal, los límites de su conciencia se han dilatado y flexibilizado, luego está preparado (en teoría) para traspasar el umbral.

Este nuevo nivel se consigue cuando el pensamiento, el sentimiento y la voluntad se han fortalecido lo suficiente como para cobrar más autonomía y separarse; el Yo es entonces el encargado de mantenerlos unidos (no las jerarquías superiores o seres espirituales que anteriormente lo hacían, sino nosotros mismos). Cuando esto ocurre es cuando nos encontramos al guardián del umbral.

Si no está realmente preparado y aún así se llega a este punto, el discípulo no solo no podrá pasar al otro lado sino que la impresión de su encuentro con el doble será tan terrorífica que quedará persuadido de volver a intentarlo por el resto de su vida y, probablemente, por más de una encarnación. Al no reconocer al doble como parte de sí mismo, el individuo entiende a este ser como un monstruo ajeno a sí mismo, su propio orgullo no le deja reconocer en el guardián sus propias faltas y lo percibe como un ser terrible y fantasmal. Pero este encuentro inoportuno solo llegaría a ocurrir mediante el uso de un “atajo” por parte del individuo, como drogas, técnicas de concentración o forzando su conciencia.

Si el discípulo ha seguido los pasos adecuados (de los que más tarde hablaremos) y está preparado para el encuentro con el guardián, éste le mostrará su karma no redimido aún, el doble se muestra entonces como un espejo de los deseos, odios, errores pasados que el discípulo debe compensar. Mostrando las faltas pasadas, el guardián exige una completa toma de conciencia, exige al individuo que tome responsabilidad por estas faltas y compense las malformaciones que le ha causado con ellas. El discípulo, al tomar conciencia de que el aspecto horrible del doble es el producto de sus propias acciones, pensamientos, etc, toma la determinación de trabajar para el embellecimiento de este ser, eliminando mal karma y añadiendo bueno o karma positivo.

Una vez demostrada la capacidad del discípulo para transitar los mundos suprasensibles de forma armónica y equilibrada, es decir, cuando el guardián comprueba que el invididuo que tiene ante sí está preparado para asumir la responsabilidad de vivenciar estas realidades, le deja traspasar el umbral. El discípulo podrá a partir de ahora usar sus facultades superiores, que ha ido previamente desarrollando, para percibir y actuar en los mundos de más de tres dimensiones. De ahora en adelante podrá siempre percibir la presencia del guardián, que le acompañará a través del camino de su evolución y actuará como mediador entre el ser humano y el mundo espiritual. El discípulo se encargará de “embellecer” a esta criatura que forma parte de sí mismo mediante el trabajo espiritual, hasta que el doble haya sido purificado del todo, las faltas pasadas redimidas y su forma sea tan perfecta que se funda con el individuo para siempre. De esta nueva fase hablaremos en futuros artículos.

Traspasado el umbral, el discípulo ya no contará con la luz que antes le ofrecían las jerarquías superiores, solo podrá iluminar su camino con su propia luz; es por ello que, aún en el umbral, el guardián le previene diciendo: “no cruces mi umbral si no estás seguro de iluminarlo con tu propia luz, porque más allá del umbral ya no hay guías que iluminen tu camino”. Será a partir de ahora un individuo autosuficiente que librará sus propias luchas.

Preparación para el encuentro

Pero ¿cómo sabemos si estamos preparados para el encuentro con el guardián del umbral? Estamos preparados si hemos seguido los pasos de una sana evolución espiritual, si nos hemos preparado para afrontar las distintas situaciones de la vida en el mundo físico (pues no estará nunca preparado para el mundo espiritual quien no lo está antes en el físico). El discípulo preparado para esta prueba es alguien que ha vivido atento, despierto, en el mundo sensible; alguien que ha sido capaz de aprender de cada situación que se le ha planteado, tanto buenas como malas, difíciles o dolorosas, alguien que ha hecho frente a la adversidad y ha conseguido lidiar con las dificultades; es una persona que ha estudiado, que se ha impregnado de la cultura pero también ha superado las barreras culturales, y no solo éstas sino también los encasillamientos de género, de nacionalidad, de raza, etc... es una persona que ha llegado a ser más humano y menos “hombre o mujer”, “blanco o negro”, “asiático o europeo”, etc. El discípulo preparado también se ha cultivado intelectualmente, con lo cual posee una amplia base cultural; es un individuo psicológicamente maduro y que se ha preocupado por su desarrollo espiritual con lo cual está mental y anímicamente preparado para enfrentarse al doble.

Sin embargo su karma pasado, sus faltas y errores, suponen un obstáculo para su visión trascendental, componen una especie de velo que le impiden ver con claridad la realidad suprasensible, aún después de atravesar el umbral. Este velo le es mostrado al discípulo por medio de colores: lo que aún no ha sido purificado en ámbito del pensamiento aparece en color rojo; lo que queda por purificar respecto al sentimiento se muestra amarillo grisáceo; lo que aún hay que purificar en la voluntad aparece en un color azul apagado. Todos estos colores forman un telón más o menos grueso que el discípulo deberá ir haciendo más fino hasta hacerlo desaparecer y lograr una visión clara de las realidades espirituales que tiene ante sí. Esto solo se consigue mediante el trabajo espiritual.

Cómo actuar

Para conseguir embellecer al doble, aun sin haberse encontrado con él en el umbral, hay ciertas actitudes que podemos adoptar en nuestra vida, podemos decidir desde este momento actuar de manera que favorezcamos el aspecto del guardián del umbral, al que aún no percibimos conscientemente. Pero antes de pasar a este punto, diremos que si no con los ojos hay otras formas de percibir a este ser durante nuestra vida diaria.

La presencia del doble se nota en el intelecto cuando hacemos uso de un pensamiento frío, duro, sin sentimiento. También se percibe a través del temperamento, en aquello que se vuelve habitual y ejecutamos por inercia, perdiendo por completo el significado o el sentido de un determinado acto; en la pérdida del control de las emociones y cuando ansiamos cosas materiales sin tener control alguno de estos deseos.

Reconocer al doble es el primer paso para redimirle, ser conscientes de su presencia (darnos cuenta, por ejemplo, en los casos antes mencionados) es importante de cara al embellecimiento de este ser. Nuestro pensar debe elevarse por encima de lo material y, por medio de la voluntad, controlar y guiar nuestros propios pensamientos, impidiendo que fluctuen a su libre alvedrío. Los ejercicios de concentración pueden ser útiles en este aspecto. Cuando meditamos sobre verdades espirituales con la calidad del sentimiento puesto en el pensamiento, también contribuimos a mejorar el aspecto de nuestro doble, así como equilibrando nuestros pensamientos elevados e inferiores, manteniendo la mente abierta y ejercitando nuestra fuerza de voluntad.


En resumen, el guardián del umbral no solo nos advierte sobre el peligro de traspasar un umbral para el que no estamos preparados, también nos recuerda que todo cuanto hacemos, pensamos, deseamos, decimos, etc, tiene su eco en el mundo espiritual; nada se puede ocultar, nada se olvida ni se pierde en el pasado. Debemos tomar responsabilidad por nuestros propios actos, tratar de aprender y de guiarnos en la vida por la bondad, las buenas intenciones, el desapego y el amor, pues ello contribuye a purificar a nuestro doble que significa, en realidad, purificarnos a nosotros mismos e iluminar nuestro propio camino espiritual.

09 junio 2008

La primera hora nueva

(fragmento extraído de la novela "El rostro verde", de Gustav Meyrink)

Ahora escucha lo que tengo que decirte: ¡Armate para los tiempos venideros!.

Pronto el reloj del universo dará las doce, la cifra es roja y está bañada de sangre. Por este signo la reconocerás. La primera hora nueva será precedida por un huracán. Vela para que no te sorprenda dormido, porque los que entren en el nuevo día con los ojos cerrados seguirán siendo las mismas bestias de antes y ya nunca se despertarán.

Existe un equinoccio espiritual. La primera hora nueva de la que te he hablado es un punto de inversión a partir del cual la luz se coloca en equilibrio con la oscuridad. Durante otro milenio más, los hombres aprendieron a dominar la naturaleza y a descifrar sus leyes. Bienaventurados aquellos que comprendieron el "sentido" de tal trabajo, los que captaron que la ley interior es igual a la exterior, pero una octava más alta. Estos son los llamados a la cosecha, los demás son siervos que labran la tierra con la vista inclinada.

Desde el diluvio está oxidada la llave que abre nuestra naturaleza interior. La clave es estar despierto, estar despierto lo es todo. De nada está más convencido el hombre que de estar despierto. Pero en realidad se halla preso en una red de ensueños que él mismo ha tejido. Cuanto más apretada esté la red, más sólido será el reino del sueño. Los que se enredan en ella duermen, andan por la vida como manadas hacia el matadero, apáticos, indiferentes, sin pensar. Los soñadores de entre ellos no ven sino un mundo enrejado a través de las mallas, no ven sino porciones engañosas, no saben que se trata de fragmentos desprovistos de sentido de un todo gigantesco, y guían su conducta por ellos. Tales soñadores no son los poetas ni las personas fantásticas, como podrías creer. Son los hacendosos, los laboriosos, los incansables de este mundo, los roídos por la rabia de actuar. Se parecen a feos escarabajos afanándose por escalar un tubo liso, escalarlo y volverse a caer una vez arriba. Se imaginan que están despiertos, pero lo que creen vivir no es en realidad más que un sueño predeterminado hasta en el menor detalle y en el que la voluntad no tiene ninguna influencia.

Ha habido y hay algunas personas conscientes de que sueñan, son pioneros aproximándose al baluarte. Detrás de ellos se esconde un Yo eternamente despierto, videntes como Goethe, Schopenhauer y Kant, pero carecían de las armas imprescindibles para "tomar al asalto" la fortaleza y su llamada a la lucha no despertó a los dormidos. Estar despierto lo es todo. El primer paso es tan sencillo que está al alcance de cualquier niño. El que no sabe cómo se anda no quiere renunciar a las muletas heredadas de sus antepasados. Estar despierto lo es todo. Está despierto en todo lo que hagas. No creas que ya lo estás. No, estás durmiendo y soñando. Junta todas tus fuerzas y, durante un momento, oblígate a sentir cómo recorre tu cuerpo esta sensación: ¡ahora estoy despierto!. Si consigues experimentar esa sensación reconocerás inmediatamente que tu anterior estado era como el de un sonámbulo, como el de un drogado.

09 octubre 2005

Las Caras del Mal

“Nada ha contribuido tanto a velar la naturaleza del Mal como la opinión de que el Mal solamente existe en un rincón del alma humana”. Alfred Schutze.

Llevamos siglos hablando del Mal; lo hemos exprimido una y otra vez hasta sacar de él apenas cuatro gotas de su esencia y utilizarla incansablemente. Hemos usado el Mal para crear arte, para dar vida a las más bellas y horribles criaturas, para justificarnos, para aprender, para estigmatizar, para liberarnos y para esclavizarnos. Lo hemos mirado de reojo, de frente, lo hemos estudiado y conceptualizado hasta convertirlo en pura abstracción. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, el Mal es “lo contrario al Bien, lo que se aparta de lo lícito y honesto”. Pobre definición para un “concepto” de sentido tan profundo y que lleva ocupándonos desde que el ser humano cobró conciencia de sí mismo y recibió por primera vez el don de la libertad, el don de la elección. Pero vayamos por partes.

El Mal no es un concepto vago ni una creación de nuestra imaginación, es tan real como nosotros mismos y vive con nosotros, tanto dentro como fuera de nuestro cuerpo y de nuestra alma; desde el momento en que los ojos de nuestra conciencia se abrieron y caímos al mundo de los sentidos, el Mal es nuestro compañero de viaje. Conviene pues conocerlo un poco mejor.

Impulsos opuestos y complementarios

Antiguamente los seres espirituales podían ser “vistos” por los humanos de forma natural; de ahí arrancan las narraciones mitológicas, las leyendas y otras historias plagadas de seres que nos parecen fantásticos, imposibles y de cuya existencia reniega nuestra ceguera espiritual. Hoy en día no poseemos esa clarividencia involuntaria, aunque es posible recuperarla con un arduo y prolongado trabajo consciente y voluntario. Si pudiéramos contemplarlos, veríamos que estos seres espirituales se encuentran en una evolución constante.

Pero existen entre ellos dos grupos, los llamados “seres luciféricos” y los “seres ahrimánicos”, que quedaron retrasados en su evolución ya que avanzaban a un ritmo más lento, provocando un desequilibrio de fuerzas. Estos seres continúan ejerciendo su influjo sobre nosotros, un impulso antes justificado y positivo como el del resto de las jerarquías celestiales pero que, debido a su retraso, se ha convertido en algo anacrónico y perjudicial. Estos seres están encabezados por Lucifer y Ahrimán respectivamente.

Lucifer encarna el impulso ascendente, cálido, que lleva al ser humano a huir de la materia; inspira agitación, pasiones, emociones desbordadas que pueden llegar al fanatismo, incita a la subjetividad y la imaginación, a la suposición y nos lleva a ir más allá de la realidad, a huir del mundo material. Ahrimán es el polo opuesto y encarna el impulso descendente, frío, que conduce al ser humano hacia la materia como única realidad, despreciando el mundo del espíritu; los seres ahrimánicos inspiran la intelectualidad, la falta de individualidad, el pensamiento abstracto y calculador, el mecanicismo y la falta de libertad y conciencia.

Cada uno de estos seres tiene su predominio en una época determinada. Lucifer es un ser del medievo, a pesar de que experimentó su primera y única encarnación humana en el Tercer Milenio a. C. (China) y de que en el presente continua ejerciendo su influencia sobre el ser humano. Ahrimán es relativamente reciente y su predominio se da en nuestra época, es decir, el Tercer Milenio d. C.; según Rudolf Steiner (ver artículo) y Bernard Lievegoed entre otros, Ahrimán debería encarnar por primera y única vez en cuerpo humano a principios del siglo XXI, probablemente en EEUU, zona que favorece los impulsos ahrimánicos por múltiples motivos que no expondremos aquí ya que nos desviaría del tema central. No obstante este ser viene ejerciendo su influjo desde el siglo XIX, época en que surge el pensamiento materialista.

Tanto Lucifer como Ahrimán han propiciado la aparición de facultades positivas en la historia del ser humano, como el impulso luciférico de independencia y de rebelión, la fantasía y la expresión artística (no hay que olvidar que Prometeo –con quien Lucifer se identifica en la mitología clásica– entregó a los hombres el fuego y las artes), la conciencia del yo (simbolizada por el fuego) y la capacidad de discernimiento; hasta la percepción sensorial tal y como la ejercemos es la resultante de la acción de Lucifer. En cuanto a Ahrimán, nos ha dado la lógica y las matemáticas, el desarrollo de la Ciencia y de la Técnica.

Gracias a la acción de estos seres el ser humano se ha elevado por encima de su antiguo estado de puerilidad y ha logrado colocarse en el camino hacia la libertad a través de su capacidad de elección, posibilitando así su evolución y el consiguiente cumplimiento de su destino. Solo poseemos libertad si podemos elegir, y somos libres de escoger entre el Bien y el Mal, lo que significa que nos encontramos ante el reto más importante de nuestra evolución. Cuanto mayor es la tentación, mayor es la responsabilidad que tenemos ante nuestra propia caída o superación. Esto nos convierte en los únicos responsables de nuestro futuro, de nuestro destino.

El término medio

¿Y cómo elegir entre dos tendencias del Mal que no parecen a simple vista ser tan negativas? Tanto el impulso luciférico como el ahrimánico no son malos en sí mismos, sólo son perjudiciales si nos dejamos llevar hacia un extremo o hacia el otro, desequilibrándonos y perdiendo la conciencia, que debería estar siempre vigilante. El término medio es el lugar que debe conquistar el ser humano, ese lugar donde se equilibran las dos tendencias; sólo así conseguiremos trascender el estado de “ser humano” y llevar a cabo nuestra evolución, liberando a estos seres luciféricos y ahrimánicos e insertándolos de nuevo en el orden cósmico.

Si no conseguimos esto, quedaremos atrapados en la materialidad, incapaces de continuar nuestra evolución. Lucifer y Ahrimán trabajan en la eliminación del Yo y de la conciencia humana, con lo que perderemos la individualidad y seremos seres puramente materiales, dormidos y obedientes, sumidos en la oscuridad.

Al borde del escalón de la evolución

En este momento decisivo en el que los seres humanos nos encontramos al borde del siguiente escalón de nuestra evolución, contamos con el recurso de nuestra conciencia, que no debe adormilarse ni por un instante, y del compromiso individual para con nuestra propia evolución espiritual. El amor es otra de nuestras armas, en cuanto que nos aporta luz y nos acerca a las jerarquías espirituales, que obran a nuestro favor. El Mal es necesario para la evolución, pero está en nuestras manos el reconocerlo y rechazarlo para hacer posible ese paso adelante, y dentro de cada uno de nosotros está la luz que nos permite vislumbrar el camino hacia el origen.

01 octubre 2005

Run to the Water


En el principio de nuestro tiempo, las jerarquías espirituales nos soltaron de la mano dejándonos caer hasta el mundo terrenal en el que ahora vivimos. No siempre fue así, los seres humanos una vez fuimos más etéricos y menos físicos, menos encarnados, y estuvimos protegidos directamente bajo el manto de lo que llamamos divinidad. Desde esta caída milenaria, la caída desde la gracia, cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de elevarse hacia la espiritualidad; estamos solos en nuestro esfuerzo y las armas de que disponemos son el Amor y la Conciencia.

El vocalista de Live, en su album "The Distance to here" (1999), alude a esta caída en su tema "Run to the water", de la que exponemos la letra y su traducción.

RUN TO THE WATER
CORRE HACIA EL AGUA


Oh desert speak to my heart
Oh desierto habla a mi corazón

Oh woman of the earth
Oh mujer de la tierra

Maker of children who weep for love
Creadora de niños que lloran por amor

Maker of this birth
Creadora de este nacimiento

’til your deepest secrets are known to me
Hasta que conozca tus más profundos secretos

I will not be moved
No me moveré

I will not be moved
No me moveré

Don’t try to find the answer
No intentes encontrar la respuesta

When there ain’t no question here
Cuando no hay aquí ninguna pregunta

Brother let your heart be wounded
Hermano, deja que tu corazón sea herido

And give no mercy to your fear
Y no des compasión a tu miedo

Adam and Eve live down the street from me
Adam y Eva viven una calle más abajo

Babylon is every town
Cada ciudad es una Babilonia

It’s as crazy as it’s ever been
Es tan loco como siempre ha sido

Love’s a stranger all around
El amor es un extraño en todas partes

In a moment we lost our minds here
En un momento aquí perdimos nuestra mente

And lay our spirit down
Y dejamos caer nuestro espíritu

Today we lived a thousand years
Hasta hoy hemos vivido mil años

All we have is now
Todo lo que tenemos es el “ahora”


Run to the water
Corre hacia el agua

And find me there
Y encuéntrame allí

Burnt to the core but not broken
Quemado hasta el centro pero no roto

We’ll cut through the madness
Cortaremos a través de la locura

Of these streets below the moon
De estas calles bajo la luna

These streets below the moon
Estas calles bajo la luna


And I will never leave you
Y nunca te dejaré

’til we can say,
Hasta que podamos decir

This world was just a dream
Este mundo fue solamente un sueño

We were sleepin’ now we are awake
Estábamos dormidos, ahora estamos despiertos

’til we can say
Hasta que podamos decir

In a moment we lost our minds here
En un momento aquí perdimos nuestra mente

And dreamt the world was round
Y soñamos que el mundo era redondo

A million mile fall from grace
Un millón de millas de caída desde la gracia

Thank God we missed the ground
Gracias a Dios no dimos en el suelo


Run to the water
Corre hacia el agua
And find me there
Y encuéntrame allí
Burnt to the core but not broken
Quemado hasta el centro pero no roto
We’ll cut through the madness
Cortaremos a través de la locura
Of these streets below the moon
De estas calles bajo la luna

With a nuclear fire of love in our hearts
Con un fuego nuclear de amor en nuestros corazones

Yeah, I can see it now lord
Sí, ahora puedo verlo, señor

Out beyond all the breakin’ of waves
Más allá de todos los rompeolas

And the tribulation
y las tribulaciones
It’s a place and the home of ascended souls
Hay un lugar y el hogar de las almas ascendidas

Who swam out there in love!
Que ahí fuera nadaban en el amor


Chorus
Estribillo

Rest easy baby, rest easy
Descansa tranquila, nena, descansa tranquila
And recognize it all as light and rainbows
Y reconócelo todo como luz y arcoiris

Smashed to smithereens and be happy
Destrozado en pedazos y sé feliz

Run to the water (and find me there)
corre hacia el agua (y encuéntrame allí)

Run to the water
Corre hacia el agua

30 agosto 2005

¿Qué es la Antroposofía?

“Antroposofía es un camino de conocimiento que quisiera conducir lo espiritual en el ser humano a lo espiritual en el Universo”. R. Steiner.

La Antroposofía es una corriente de pensamiento fundada por Rudolf Steiner (ver artículo "Rudolf Steiner, el padre de la Antroposofía") tras desvincularse éste de la Sociedad Teosófica en 1909. Como su propia etimología indica (del griego: antropo=hombre y sofía=sabiduría, conocimiento) la Antroposofía tiene como objeto el conocimiento del ser humano en toda su entidad, y estudia todos los ámbitos de éste, tanto su corporeidad como su espiritualidad.

La Antroposofía no es una religión, ni una doctrina, ni un conjunto de supersticiones sobre el cuerpo y el espíritu; es una manera de entender al ser humano y un camino para la evolución y el perfeccionamiento interior de éste, pero es también una forma de ver el mundo, un método de investigación riguroso para conocer mejor lo físico, lo anímico y una vía para alcanzar las realidades suprasensibles de forma consciente.
La Antroposofía actualmente se extiende por toda Europa (especialmente en países como Suiza, Alemania, Holanda y Bélgica) y Sudamérica (sobre todo en Argentina), con aplicaciones en áreas tan dispares y sin embargo conectadas como la Filosofía y Teología, la Pedagogía (con las escuelas Walldorf, de las que existen unas 80 en todo el mundo), la Medicina Antroposófica, la Arquitectura (con el centro de Dornach-Suiza como ejemplo más significativo), la Agricultura biológico dinámica, la Euritmia como vía de salud a través del movimiento, etc... En España la Antroposofía es aún algo incipiente, cuyo desarrollo queremos fomentar desde aquí dándoosla a conocer.

El desarrollo espiritual es para todos
El aprendizaje espiritual que propone la Antroposofía está basado en el hombre moderno, y cualquiera de nosotros puede iniciar el camino del conocimiento de los mundos suprasensibles, siempre que esté dispuesto/a a trabajar con voluntad, conciencia y perseverancia su crecimiento personal; nos referimos al desarrollo no de una parte de sí mismo/a sino de su ser integral.

Según la Antroposofía, el ser humano está dotado de un cuerpo físico, un cuerpo etérico, un cuerpo astral y un yo superior. No todos los seres vivos están divividos en estos cuatro cuerpos; las plantas, además del físico, sólo tienen un cuerpo etérico, sin el cual carecerían de vida; los animales poseen también un cuerpo astral, pero no un yo individual; los seres humanos somos los únicos dotados de todos los cuerpos, físico, etérico, astral y yo superior, y es este último el que nos diferencia y separa del resto de las especies. Con el cuerpo físico –nuestra parte más perecedera, formada de la misma materia con que está compuesto el mundo sensorial, el que percibimos a través de nuestros sentidos– interactuamos con el entorno físico; el cuerpo etérico es, digámoslo así, nuestro cuerpo vital, un cuerpo en el tiempo basado en el ritmo y lo primero que percibimos cuando accedemos a un entorno más allá de lo físico; el cuerpo astral es el que nos permite participar del mundo anímico, el responsable de nuestra antipatía y simpatía hacia lo que nos rodea; por último, el yo superior –nuestra parte imperecedera, nuestro fragmento de divinidad– es quien nos guía en cada una de nuestras encarnaciones con el fin de ayudarnos a evolucionar.
Las sucesivas encarnaciones o reencarnación es uno de los puntos clave de la Antroposofía. Muchas personas tienen una idea equivocada de la reencarnación, han oído fragmentos sesgados y/o tergiversados de esta creencia cuyo origen se pierde en el pasado lejano de la Humanidad y se hacen una idea confusa, errónea y a menudo disparatada de este tema. Somos seres eternos en continua evolución; existen ciertas cosas que no se pueden aprender sino aquí, en la Tierra, en lo físico, mediante una vida mortal, es decir, encarnados en un cuerpo físico perecedero. El Karma, concepto estrechamente relacionado con la idea de reencarnación, es un impulso que mueve el comienzo de nuestra vida y determina las posibilidades, límites, situaciones y relaciones iniciales; en nuestra infancia es más fuerte pero, a medida que crecemos y con nosotros crece también nuestra autonomía como seres humanos, ese impuso es cada vez más débil, siendo nosotros cada vez más dueños de nuestro propio destino. Este impulso kármico viene determinado por lo que hemos hecho con nuestra vida anterior y sirve para regular y equilibrar pasado y presente, siempre con el objetivo de la evolución espiritual. Si pudiéramos elevarnos, prescindir del tiempo y conseguir una visión de conjunto más allá de los límites del momento y vida presentes, veríamos que toda acción provoca un efecto, y esta relación causa-efecto no se restringe al espacio de una sola encarnación; veríamos que todo lo que nos pasa tiene un motivo y un sentido, y sentiríamos de forma clara e inequívoca la enorme responsabilidad que implican todos y cada uno de nuestros actos.
¿Y para qué esta evolución?, ¿a dónde nos lleva este camino de encarnaciones y desencarnaciones, este ciclo que parece no tener fin? Según la Antroposofía, los seres humanos de nuestra civilización estaríamos llamado a ser la décima jerarquía en la escala de entidades celestiales, al igual que la novena jerarquía trabajó por su evolución en tiempos pasados guiada por la octava y, al igual que ellos nos guían ahora, nosotros habremos de prestar ayuda a los seres de la siguiente civilización en su evolución.

Nuestras aportaciones
La Antroposofía no sólo se encarga de la investigación de los mundos suprasensibles sino de los seres que habitan en ellos, así como del origen y evolución de los mundos y de sus moradores. Antiguamente, esto es en el comienzo de nuestra civilización, los seres humanos se encontraban en contacto natural con las jerarquías celestiales, su percepción de los mundos espirituales se hayaba abierta. Esa facultad natural se ha ido cerrando con el paso de los siglos, haciendo que el ser humano se independice de la divinidad, es decir, debemos recorrer el camino de la evolución solos, con conciencia y a ciegas; es nuestra labor recuperar la percepción espiritual pero desde una conciencia más clara, más desarrollada y desde la Libertad. “Libertad”, “Conciencia” y “Amor” son tres conceptos clave para el ser humano actual, pues ésa será nuestra aportación universal.
Según la Antroposofía, el Cristianismo inicial nos da un ejemplo de hacia donde vamos, pues Cristo dio a la Humanidad el primer ejemplo a través de la superación de lo físico viviendo en lo físico, y nos entregó la clave de nuestro cometido en esta época, un mensaje de Amor y de Libertad: Amor hacia todos y todo lo que nos rodea, y la posibilidad de liberación de lo físico. El tema del impulso crístico, sin embargo, es mucho más complejo y no nos es posible trazarlo en un párrafo recogiendo toda su complejidad y profundidad.
Por otra parte, el hecho de haber caído de las manos divinas para buscar nuestro camino en libertad, explica la presencia del Bien y del Mal; sin estos dos polos la elección no es posible y por consiguiente tampoco lo es la libertad. Tenemos el poder de elegir –aunque no siempre lo sintamos así–, pero también la responsabilidad, pues cada una de nuestras elecciones, aun la más insignificante, inclina la balanza hacia un lado o hacia el otro, y conduce a la Humanidad hacia el destino para el que ha sido creada o hacia el caos y la autodestrucción.
La Antroposofía es, como decíamos, una vía para la evolución personal, un camino individual pero en el que debemos tener conciencia clara de nuestra pertenencia indisoluble a un total; le Antroposofía supone una guía que puede ayudarnos a abrir los ojos, cobrar conciencia de nuestro lugar en el mundo y de la necesidad espiritual de cumplir con el destino para el que cada uno de nosotros ha nacido.

29 agosto 2005

Rudolf Steiner


Padre de la Antroposofía

El 27 de Febrero del año 1861 es el día en que Rudolf Steiner vio la luz por primera vez en la ciudad de Kraljevic, Austria-Hungría, actual Eslovenia. Su niñez transcurrió en distintos pueblos austriacos y su educación en colegios religiosos que afectaron su especial sensibilidad, motivo por el cual su padre asumió finalmente la educación de este niño dotado desde temprana edad no sólo de una gran sensibilidad sino también de facultades clarividentes.

Ya en la escuela secundaria optó por la rama de ciencias, aunque más adelante ampliaría considerablemente sus conocimientos en Filosofía y Literatura de forma independiente. Dio clases particulares a sus propios compañeros y realizó estudios superiores en el Colegio Técnico de la Universidad de Viena (Wiener Technishe Hoschschule). Como preceptor de cuatro niños de una familia acomodada de Viena dejó patentes sus especiales dotes lectivas al ayudar a uno de ellos, hidrocefácilo e incapaz de aprender, a ingresar en la Facultad de Medicina.
Estudió Matemáticas y en 1891 se doctoró en Filosofía por la Universidad de Rostock con “Verdad y Ciencia” mientras trabajaba con los archivos de Goethe en Weimar para pasar a la edición de sus textos científicos para la Deutsche National Literatur del Kuerschner. Además de la obra científica de Goethe, editó obras de Schopenhauer y Nietzsche, fue autor de casi treinta libros, entre ellso cuatro dramas de misterio que no sólo escribió sino también dirigió en Munich entre 1910 y 1913, y dio aproximadamente seis mil charlas. Sus trabajos sobre la teoría del color basados en su estudio del pensamiento de Goethe influenciaron al pintor ruso Kandinsky.
Entre sus colaboraciones y edición de medios impresos se pueden contar la revista alemana “EL Semanal” (Wochenschrift), creada en 1888; la “Revista de Literatura”, con la que empezó a colaborar en 1897; el periódico “El Drama” (Dramaturgische Blätter), el periódico “Lucifer”, que fundó en 1903 y que más tarde pasó a llamarse “Lucifer-Gnosis”, y el semanal “Das Goetheanun”, que llegó a incluir en cada número fragmentos de su autobiografía.
Fue en una de estas revistas, la “Revista de Literatura”, donde apareció un artículo titulado “La serpiente verde y el hermoso lirio”, firmado por Steiner y que leyó el Conde Brockdorff, interesándole hasta tal punto que lo invitó a dar su primera conferencia esotérica en un círculo teosófico. Este fue el principio de un largo periodo de colaboración con la Sociedad Teosófica de Berlín que duró diez años y durante el cual fue nombrado, en 1902, Secretario General. En 1909 Steiner se desvinculaba de esta sociedad a causa de la declaración de Annie Bessant de que Krishnamurti es el Cristo reencarnado, siendo posteriormente desmentido por el propio Krishnamurti. A partir de este momento, Rudolf Steiner funda lo que llamó “Antroposofía”, ciencia espiritual que ha sido descrita por él mismo como un camino de conocimiento que puede guiar de lo espiritual en el ser humano a lo espiritual en el universo.
Steiner ha ofrecido a la Humanidad tan numerosas como valiosas aportaciones a disciplinas y terrenos tan diversos como las Matemáticas, la Astronomía, la Ciencia y la Medicina, con sus pautas para la medicina antroposófica, la educación, donde destaca la creación de las Escuelas Waldorf, la Teología, Filosofía, drama y danza, con su nuevo concepto del Arte en Movimiento, al que denominó “Euritmia”, la Economía, la Política, la agricultura con su idea para la agricultura biológico-dinámica, la ganadería... Una de sus más conocidas y prestigiosas aportaciones la encontramos en el ámbito de la arquitectura, con la construcción del Goetheanum, íntegramente de madera y con estructura corporativa. Este edificio fue quemado intencionadamente en 1922 y Steiner diseñó los planos para la construcción del segundo Goetheanum, cuyo acabado no puedo presenciar. Ambos edificios fueron levantados en Suiza, y el segundo aún funciona en la ciudad de Dornach, sirviendo como sede central de la Sociedad Antroposófica; este edificio alberga una lista completa de sus numerosas obras, así como de las transcripciones de las conferencias que dio a lo largo de su vida.
En medio de su incesante labor, con los planos del segundo Goetheanum sobre la colcha y junto a la estatua del Cristo venciendo a las fuerzas negativas de Arriman que él mismo esculpió, el maestro Rudolf Steiner moría el 30 de marzo de 1925 a causa del cáncer, dejando vioda a Marie von Sievers, Marie Steiner desde 1914, esposa y colaboradora gracias a la cual se publicarían muchos de los textos correspondientes a sus múltiples y magistrales conferencias.

28 agosto 2005

Jerarquías Celestiales

Guías en el camino hacia nuestros destinos

A lo largo de las distintas épocas y en cada civilización se les ha mencionado de una u otra forma; todas las religiones se han referido a ellos y siguen hablando de seres elevados de inteligencia y poderes superiores a los del ser humano. A lo largo de la Historia de la Humanidad se les ha tomado, unas veces, por símbolos que representaban distintos aspectos de un ser supremo, otras veces por elementos usados por los hombres para explicar cuestiones trascendentales, pero la Antroposofía nos revela la realidad de su existencia y nos los presenta como los seres reales que son y que siempre han estado entre nosotros, influyendo en nuestras vidas y guiándonos hacia nuestros destinos.

Normalmente no somos capaces de captarlos y tampoco podemos explicarlos de forma sencilla, pero sí nos es posible acercarnos un poco a la comprensión de estos seres. Para hacerlo nos valemos aquí de la amplia y valiosa información que de ellos nos dejó Rudolf Steiner, fruto de sus múltiples investigaciones sobre las Jerarquías Celestiales y su influencia en nuestro mundo. A veces, el ser humano se libera de esta influencia y actúa de forma totalmente autónoma; es lo que llamamos “libre albedrío”.

Quiénes son

Pero veamos primero algo acerca de los distintos seres que pueblan los mundos espirituales. Aunque se encuentran en continua evolución, podemos hablar de ciertas características que nos ayudarán a comprender su actuación en nuestro mundo y en nuestras vidas.
Los ángeles son quizá los más conocidos, tal vez por ser en realidad los más cercanos a nosotros. También llamados “angeloi”, “hijos de la vida”, “espíritus del crepúsculo” o “espíritus de la media luz”, tienen como cuerpo más bajo el etérico –motivo por el que no nos es posible percibirlos a través de nuestros sentidos físicos–. Ellos son los encargados de unir al ser humano con los mundos superiores y de guiarnos a través de las encarnaciones; esto último es posible debido a que cada uno de nosotros es custodiado por un ángel, que se encarga de guiarle hacia su destino a lo largo de las sucesivas vidas. Es lo que se ha dado en llamar “Ángel de la Guarda”, que en realidad no es otro que nuestro guía y custodio personal.

Los ángeles, junto con los arcángeles y los principados, forman la tercera jerarquía, la más cercana a los seres humanos.

Los arcángeles, también llamados “archangeloi” o “espíritus del fuego”, están dedicados a los pueblos u otras agrupaciones de humanos, de manera que hacen nacer el espíritu de una comunidad y determinan las características étnicas de los grupos humanos.
Los arcai, o principados, son entidades de la personalidad y líderes de una época, lo que hace fácil llegar al entendimiento del papel que éstos desempeñan en cuanto a propiciar los impulsos en la Historia de la Humanidad.

La segunda jerarquía está formada por potestades, virtudes y dominaciones o, lo que es lo mismo, exusiai, dinamis y kiriotetes. Los primeros son los espíritus de la forma además de ser quienes nos dieron nuestro Yo; los dinamis son seres del movimiento, regentes de los ritmos de la vida; los kiriotetes, por su parte, son los ángeles de la sabiduría y encarnan todo lo que porta sabiduría verdadera, como pueden ser las formas armónicas, los principios cósmicos, etc...

La primera jerarquía, la más alejada de nosotros, es la más elevada y difícil de aprehender por los seres humanos. La forman tronos, serafines y querubines. Los tronos son entidades de la voluntad y portan la voluntad divina como impulso del universo. Los últimos escapan a nuestro análisis por su grado de evolución y pureza; rigen los impulsos más puros de Amor, Caridad y elevación del alma, y en el Antiguo Testamento los encontramos citados como visiones de los profetas.

Los seres de la tercera jerarquía encarnan en algunos elementos, aunque no nos es posible percibirlos porque se encuentran en constante movimiento, cambio y evolución. Por ejemplo, los ángeles pueden encarnar en formas acuáticas, especialmente las volatilizadas en la atmósfera; los arcángeles viven en el aire, donde sólo el vidente puede captar su presencia; los arcai en el calor y los exusiai en la luz y en las formas ya que son espíritus de la forma.

Cómo obran en nuestra vida

Veamos ahora un poco más de cerca cómo y cuándo actúa en nuestras vidas cada una de las jerarquías que hemos presentado. Los reinos de las jerarquías celestiales están presentes en nosotros –nos hace saber Steiner– al igual que lo están los reinos mineral, vegetal y animal.

Estos seres actúan tras el telón de la conciencia común, lo que hace que no los percibamos conscientemente ni tengamos constancia de su obrar en cuanto a nuestra capacidad sensoria se refiere; esto es, ellos no se encuentran en el mundo físico y por tanto no actúan directamente sobre él. Pero veamos mejor cómo influyen a lo largo de nuestra vida.

Las distintas jerarquías se reparten a lo largo de los periodos de nuestra existencia mortal; en los primeros años de nuestra vida somos guiados por los seres de la tercera jerarquía, más tarde nos acompañan los de la segunda y después nos hallamos bajo la protección de la primera, es decir, los seres más elevados. Aunque este reparto en realidad no es tan simple.

Desde que nacemos hasta aproximadamente los veintiún años, los seres de la tercera jerarquía –es decir, ángeles, arcángeles y principados– nos quían por la difícil senda del aprendizaje en un mundo nuevo al que llegamos prácticamente desnudos, desprovistos de herramientas con las que afrontar la vida y desorientados tras nuestro último viaje. Estos seres angélicos actúan sobre nuestra vida anímica, tan determinante en esta fase de nuestro desarrollo, nos ayudan en la formación del organismo desde lo anímico-espiritual y nos llevan desde lo espiritual –donde morábamos antes de nacer– hasta lo físico –donde ahora tendremos que vivir por un tiempo–-. Es la época de las exigencias kármicas, es decir, el momento en el que la tercera jerarquía se encarga de poner en el ser humano lo necesario par asu desarrollo en esta vida, dependiendo de su grado de vinculación al mal en la anterior. Lo que ángeles, arcángeles y principados coloquen ahora en el individuo determinará su desarrollo espiritual en la vida presente.

Desde los catorce años hasta los treinta y cinco –siempre de forma aproximada– tiene lugar la influencia de potestades, virtudes y dominaciones, es decir, de la segunda jerarquía. El hecho de que estos seres comiencen a actuar sobre nuestra vida a los catorce años implica que durante el periodo que se corresponde más o menos con la adolescencia nos encontramos bajo la influencia de dos de las jerarquías celestiales, es decir, de seis tipos de seres espirituales. Esta segunda jerarquía se encarga de ayudarnos en la creación y el desarrollo de las fuerzas cósmicas en nuestro interior, lo que viene a coincidir con el momento en que el ser humano está preparado para procrear. Potestades, virtudes y dominaciones, que son los seres de esta jerarquía, tienen su morada en el Sol y actúan sobre nosotros a través de todo lo iluminado.

Por último vemos el periodo comprendido entre los veintiocho años y los cuarenta y nueve, momento en el cual nos encontramos acompañados y arropados por la primera jerarquía –serafines, querubines y tronos, los seres más elevados del mundo celestial–. Ellos nos ayudarán en la importante y difícil tarea del cumplimiento kármico; ha llegado el momento de saldar las cuentas con las exigencias kármicas de las que hablábamos en el primer periodo, y los seres de la primera jerarquía estarán ahí para guiarnos. Como ocurrió en el periodo anterior, hay un intervalo de tiempo –comprendido entre los veintiocho y los treinta y cinco años– en el que nos hallamos bajo la influencia de dos jerarquías, la segunda y la primera.
¿Y qué ocurre más allá de los cuarenta?, se puede preguntar el lector. No es que llegado el medio siglo de vida las jerarquías celestiales nos abandonen a nuestra suerte y dejen de pronto de velar por nosotros; lo que ocurre es que, a partir de esta edad, el ser humano normalmente ya tiene totalmente formados todos sus cuerpos –físico, etérico y astral– y su posterior desarrollo kármico y espiritual dependerá de sí mismo mucho más que antes, los seres humanos gozamos de mayor libertad e independencia llegados a este punto, aunque las jerarquías continúen cerca de nosotros en todo momento.

Un ángel de la tercera jerarquía, por ejemplo, continúa a nuestro lado hasta el final de nuestros días, nos acompaña, guía y protege cada día de nuestra vida; es lo que llamamos “el ángel custodio” –al que ya nos referimos antes con el nombre de “ángel de la guarda”–, y está presente en todas las épocas de nuestra existencia. Todo esto puede perfectamente sosegar nuestras almas al darnos cuenta de que, a lo largo y ancho de ese decurso que llamamos “vida”, en el que tantos momentos buenos y malos parecen poner a prueba nuestra capacidad de resistencia y a veces incluso de supervivencia, no estamos solos.

Mientras dormimos...

Dada la naturaleza de cada una de las jerarquías celestiales, distintos seres trabajan sobre nuestros cuerpos mientras dormimos; unos actúan sobre los cuerpos que quedan en el lecho, mientras que otros lo hacen sobre los que se desprenden de éstos para visitar los mundos espirituales –nos referimos al astral y al Yo–.

Ángeles, arcángeles y principados trabajan pues sobre nuestros cuerpos físico y etérico en el momento en que nos quedamos dormidos, y lo hacen cuidando de los frutos del pensamiento del día, es decir, su campo de trabajo está compuesto por los pensamientos que hemos tenido durante el día y el resultado de éstos en el mundo espiritual. Es por ello que lo que pensamos durante la jornada resulta mucho más importante de lo que en principio se pueda creer, ya que no es igual para los seres de la tercera jerarquía manejar los frutos de pensamientos negativos, destructivos y pesimistas que hacerlo con pensamientos positivos, ideas constructivas y gratificantes, y optimismo.

En cuanto a las restantes jerarquías, la segunda y la primera, trabajan con nuestro cuerpo astral y nuestro Yo mientras dormimos, ya que se encuentran en un nivel más elevado, que es a donde nuestros cuerpos superiores viajan cada noche en el momento del sueño, donde se reencuentran con potestades, virtudes y dominaciones, serafines, querubines y tronos. Al no poseer estos cuerpos un tipo de conciencia que seamos capaces de reconocer y descifrar con los otros cuerpos, cuando despertamos y el cuerpo astral y el Yo se reintegran, no somos capaces de recordar conscientemente el contacto que tuvimos con las jerarquías celestiales. No olvidemos que los recuerdos conscientes se almacenan en nuestro cuerpo etérico y éste se quedó cerca del lecho junto con el cuerpo físico cuando entramos en el sueño.

Nuestro lugar entre las jerarquías

Lo que aquí se ha tratado de describir y explicar o, al menos, de acercar mínimamente a nuestra comprensión como seres humanos encarnados, es la forma en que los seres espirituales nos cuidan, protegen y guían en nuestra evolución. Pero muchos se pueden preguntar por qué, o hacia qué destino nos guían y encauzan estos maravillosos seres de luz. La respuesta es que estamos destinados a ocupar el décimo lugar de las jerarquías, a formar parte de su mundo celestial. Es a ese destino al que nos dirigimos, el que el plan divino ha preparado para nosotros y por lo que es tan importante nuestra evolución espiritual.

Hay que tener en cuenta que esto no significa que estemos llamados a convertirnos en ángeles; los ángeles nunca han sido humanos y los seres humanos nunca serán ángeles, seremos seres espirituales al igual que ellos. Cuando consigamos llegar a este punto, seremos nosotros los encargados de guiar y proteger a los seres de la siguiente encarnación de la Tierra, tal y como ahora el resto de las jerarquías hacen con nosotros. Y tal vez algún día esos nuevos seres, perdidos e inermes ante el desconocimiento del porqué de su existencia, miren más allá de sus sentidos preguntándose si hay alguien ahí afuera para escucharles, para guiarles y protegerles, sin saber a ciencia cierta que, desde un mundo cercano, nosotros creemos en ellos.